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Muchos niños y niñas pueden morder para aliviar el dolor o las molestias que les está produciendo la dentición. Puede deberse a una excitación excesiva y muerden para liberar esa energía que tienen de más, pero ¿es sólo eso?

 

Este es uno de los muchos hándicaps con los que las familias tenéis que lidiar, sobre todo cuando los más peques rondan entre el año y los 3 años. Aunque las primeras demostraciones surgen en torno a esa edad vamos a realizar un breve recorrido sobre las primeras manifestaciones, así podremos identificar y responder antes de que, más adelante, llegue ese temido momento en el que te llamen la atención porque nuestro hijo muerde.

 

Orígenes

 

Los bebés muestran su interés por el mundo a través de  la boca, es la primera zona a través de la cual empiezan a obtener información del entorno nada más nacer, del pecho/biberón a los puños y así hacen un desplazamiento a todos los objetos que se encuentran a su alrededor. Digamos que van encontrando su manera de comunicarse y de ir construyendo su pensamiento según los recursos que van adquiriendo del entorno y de la edad.

 

En este primer tiempo, la función del bebé se está preparando para poder separarse de la persona que ejerce la función materna y así poder ir constituyéndose como un individuo diferenciado. ¿Esto cómo puede ser si son bebés? Los bebés hasta aproximadamente los 8-9 meses no entienden que la madre es una persona diferente a él, su cabeza lo representa como si ambos fueran una unidad. Es a partir de aquí que se empiezan a dar diferentes mecanismos, donde el papel del referente materno es fundamental para ir permitiendo que las manifestaciones que aparecen de forma más agresiva – succionar- morder, pellizcar-agarrar, estirar-tirar- se interioricen.

 

Podríamos decir que en toda adquisición y aprendizaje hay un plus de agresión que es necesaria para crecer y para adaptarse al entorno, sin ir más lejos, el parto es una de las vivencias más “agresivas” que hay y que, gracias al deseo, la ilusión y las expectativas positivas, se puede transitar por él sin que se convierta en un acto traumático.  Esto es un claro ejemplo de cómo los adultos podemos añadir una carga positiva a estas manifestaciones necesarias en el desarrollo de los niños y las niñas.

 

Ahora bien, ¿cómo podemos hacer esto?

 

ACOMPAÑAMIENTO

El mejor acompañamiento que se puede hacer tanto con un bebé como con un niño o niña es el juego.

Muchas familias insistís a veces en la falta de capacidad para jugar, sin pararos a pensar que el juego es algo adquirido que se puede reproducir casi sin saber muchas veces que se está jugando como pasa con los juegos tradicionales que salen de forma instintiva cuando se está con un bebé, como por ejemplo  el juego del “cucú tras” juego que permite al bebé interiorizar que su figura referente puede aparecer y desaparecer sin que eso suponga que él también va a desaparecer, ayudándole a entender que son dos personas diferentes.

Este tipo de juegos tradicionales que todos conocemos  como el escondite, jugar a construir y destruir, a tirar y recoger… tienen un  sentido, configuran la mente de los más pequeños y les permiten, a su vez, poder ir conformando el vínculo referente-bebé.

En esta línea nos encontramos con dos tiempos diferenciados, donde la mordida se manifiesta de diferente manera y con diferente intencionalidad.

 

DE 0 A 10 MESES.

Como he comentado anteriormente, aquí los bebés necesitan morder y a veces también se puede confundir una mordida con una succión muy intensa, como una forma de explorar y curiosear y de depositar la agresividad fuera, como un intento de separación del referente madre. En este tiempo,  hay dos maneras de poder ir dando forma a esto:

  1. Jugar a morder: aquí hablaríamos de esos momentos en los que un adulto coge a un bebé y con un tono divertido juega al “¡a que te muerdo!” “que voy a comer” y otras expresiones que dan lugar a una introducción al juego. Esto suele producir una gran excitación por parte de los pequeños, que a su vez repiten el juego o buscan que el adulto lo vuelva a hacer.

 

  1. Objeto transicional: Un objeto transicional es un objeto material que ofrece seguridad y comodidad a un niño. A menudo, son objetos suaves que se pueden abrazar, como un oso de peluche o una manta, prendas que tengan olor materno/paterno, etc, que son usados para tranquilizar y que permite al bebé constituir un área intermedia entre él mismo y otra persona o entre él mismo y la realidad. Este objeto será el heredero de todos aquellos juegos de tirar, estirar, chupar, morder, romper y que ayudan a gestionar los momentos de soledad y separación de sus progenitores.

 

DE 11/12 MESES HASTA LOS 3 AÑOS.

A partir de que los niños y niñas van adquiriendo más autonomía, también encuentran otras maneras de comunicarse. Cuando el lenguaje aún no se ha desarrollado, los peques se comunican con el cuerpo y con actos hasta que su desarrollo permita sustituir esa forma de comunicar por palabras.

Digamos que un buen desarrollo psicomotor es un buen precedente para el desarrollo del lenguaje y que hasta que este se dé, los niños y niñas no saben cómo expresar sentimientos, momentos de frustración o necesidades.  Aquí es cuando “el morder” empieza a adquirir otras connotaciones, como demandar la atención, hacer ver que hay cosas que no gustan o que frustran o incluso  una manera de canalizar la sobre estimulación que pueden sentir respecto a ciertas situaciones.

 

Entonces, como es normal, ¿no hacemos nada?

 

A pesar de que esto pueda formar parte de un desarrollo psíquico esperado, debemos acompañarlos y proponemos hacerlo, no tanto desde la disciplina que ejercemos al entenderlo como actos agresivos (como muerdes, te castigo), sino de una manera que suponga una aprendizaje constructivo:

  • Poner en palabras: es importante observar en qué momentos lo hacen y detectar las señales que detonan esta necesidad, porque no todas las mordidas tienen el mismo sentido. Trasladar este sentido, que es detectado por el adulto, en palabras ¿parece que te ha puesto nerviosa que tu amiguito coja tus cosas? les ayuda a ir ubicando los sentimientos y sensaciones, así como a calmar la emoción que están sintiendo en ese
  • Dar alternativas: poder acompañarlos o buscar alternativas a esa necesidad, es una forma constructiva de ir desplazando la mordida a otras maneras de afrontar esas emociones. Que esto en la medida de lo posible se de a través del juego, les permitirá entender y captar mejor el mensaje, aunque en situaciones de confrontación haya que intervenir de una forma más directa y marcando ciertos límites.
  • Objetos transicionales: hacer uso de los objetos importantes de los peques para poder trasladar mensajes o para canalizar lo que sienten, es una forma también de poner en marcha el juego y la proyección en el objeto de lo que les frustra o sobre

 

RECOMENDACIONES DE CUENTOS: 

  • ¡No muerdas, Dudú! (Tilly Y Sus Amigos)
  • Los Dientes No Son Para Morder by Elizabeth Verdick
  • El cazo de Lorenzo (Álbumes Ilustrados) – Objeto transicional

 


María Fernández Pérez

Psicóloga Proyecto Ombú