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Su incorporación en nuestras rutinas, en la vida más allá de los contextos laborales o académicos ha sido tan rápida que los profesionales de la salud mental, educadores y padres no han tenido tiempo suficiente para reflexionar y estudiar sus ventajas, inconvenientes y el uso adecuado de las mismas. Todo es tan novedoso que no podemos saber las consecuencias pero sí vamos teniendo datos sobre el uso que estamos haciendo y cómo está cambiando la forma de relacionarnos o aprender.

El INE demuestra que año tras año el uso de los dispositivos digitales va en aumento. En el año 2021 en España, el 93,9% de la población de 16 a 74 años utilizó Internet en los últimos tres meses, 0,7 puntos más que en 2020. Esto supone un total de 33,1 millones de usuarios.

Los dispositivos digitales no son buenos ni malos, son tan sólo una herramienta y depende del uso responsable que se haga de ellas. Existe algo fundamental y que, a su vez, es tranquilizador, podemos hacer un uso responsable de estas herramientas en la medida que tengamos información sobre ellas y si van acompañadas de un uso ético y moderado. Son, sin duda, un avance que implica nuevas formas de comunicación, más accesibles y cercanas, ofrece acceso a ocio y entretenimiento y supone mejoras en la adaptación a los distintos estilos de aprendizaje pero también son un arma con el que atacar a otros, con la que sobreexponernos a nosotros mismos y que puede provocar ciberadicción, llegando a poner en peligro las relaciones interpersonales.

Dentro de la población general los adolescentes son los más vulnerables a este nuevo riesgo “Uno de cada tres hace un uso problemático de Internet y las redes sociales” según UNICEF.
Este dato es preocupante porque el uso de los dispositivos digitales pueden influir en el desarrollo y en la psicología de los menores. Los síntomas comunes son la reducción de la actividad física, ansiedad, trastornos relacionados con el sueño, efectos negativos en las relaciones sociales, distanciamiento familiar, descuido de obligaciones personales y cambios en el estado de ánimo.

Si observamos esta problemática es necesario que se acuda a un experto para poder tratarlo y superar estos síntomas. No debemos normalizar un uso excesivo de los dispositivos digitales, especialmente, si ese “enganche” sustituye actividades sociales y deportivas, fundamentales para un buen desarrollo en la adolescencia.